1994/199x/1995

      

Hablando de pendientes.

   20mg. Se siente como si mi corazón estuviese siendo bordado por alambre de púas con cada palpitacion. Pero late. Lato.

   Te veo sangrar, arrancar la delgada piel de tus labios con la punta de tus dedos como quien pela una fruta seca, roñosa. Me dices que lo sientes, pero sabes que sólo yo puedo hacerlo porque dentro de ti no hay nada que sentir; tu afecto es un epigrama grabado en el espacio primitivo de mi cerebro, punzante, agudo.

   Te concedí la virtud de no mentirme y vestiste de polvo y polvos mi julio. No quiero este recuerdo rielando en mi pecho, no quiero saber que no volveré a tener lo que te has llevado, engullido.

  80mg. Hace silencio en mis oídos, pero no en mis ojos. ¿Cuánto tiempo amaste a costa de mi ignorancia? solo, decías, que te sentías solo. Consiguiendo escudo en lo que fue mi refugio, al que te entregué como mi más fehaciente gesto de afición; ay, amor, no me aflige tu engaño ni en qué boca fue concebido, aunque también amase a esa boca. No es la pena, ni la queja, ni la tortura, ni la bofetada celosa y caliente lo que no te perdono. Es tu conocimiento de mi espera por saber la verdad, y tu elección a seguir tejiéndote en tu propia telaraña.

   Hay sangre en diciembre, mis pulmones son una ciénaga flemática que hiede a resignación. Me resigno al reclamo pernicioso y al lamento tímido, es fácil arrepentirse luego de violar este cuerpo que no pide explicaciones y abstrae en su propia culpa. Me robas no sólo tu ternura menguante y lacrimógena, sino aquello que creía era mi hogar y que me exige ahora confíe en él.

   Cómo puedo confiar en aquel que amparó, desdeñoso, eso que acusó a mi necesidad de abandono, rompiéndome.

   Puedo soportarlo. La inquina, la vena que se filtra, esta hostilidad arropada en la dulzura de extrañarte y fingir que creo tus palabras.

   Sabes que lo sé.

   Saben que lo sé.

   Saben que me quiebra.

   Todo está bien.

   240mg. La soledad tiene un aliento bóreo cuando no puedes respirar. Cuando el agua te arrastra sólo puedes dejar que te llene, dejar de luchar. Mientras yo caminaba sobre cristales eligiendo cortarme para no estallar tu pequeña burbuja tornasol, tú vertías vinagre en mis heridas. Desaparecí y no he regresado, pero estoy aquí.

   Y nadie lo nota.

   Qué egoísta he sido al creer tenía un puesto especial en tu sadismo, cuando he recibido en mi vera a aquellos que salieron marcados de tus juegos. Abro la herida cada vez que veo la de ellos, abúlica.

   Cuéntale al mundo sobre lo que te he hecho, cómo te he usado y me he servido de tu desdicha. Límate las uñas en mi inexistencia y adorna el nido para el próximo incauto.

   3000mg.

   Quizás, esta vez, sí te satisfaga.